Un blog de Miguel Ángel López Molina                                                                                                                   miguel@ylogica.com  

 

El miedo al cambio

 

"Somos cobardes. Preferimos lo fácil, nos aferramos a lo conocido y dejamos todo igual. Pero jamás sabremos si nuestra decadencia comenzó con ese cambio que nunca nos atrevimos a dar”

Miguel A. López
Fotograma de "Vienna" Billy Joel

Los cambios nos asustan más que un dentista con el pulso de un camarero novato. Y, seamos honestos, no creo ser el único que lo piensa.

¿Quién no prefiere la seguridad de su sofá, su cafecito caliente y ver esa serie mediocre que sabes de antemano cómo va a terminar, pero en la que, al menos no tienes que pensar demasiado? 

¡La comodidad! ¡Qué maravilla! Pero... (siempre hay un "pero", maldita sea), ¿qué tal si os dijera que al otro lado de esa  muralla grafiteada con un "mejor me quedo como estoy", está la felicidad? ¡Qué fastidio! Porque, una cosa es ser cobarde, y otra muy distinta es vivir con la eterna duda: ¿y si...?

Desde pequeños, nos entrenan para construir muros. "Compórtate", "no causes problemas", "mantén la cabeza baja”, lo de siempre. Poco a poco, levantamos nuestra fortaleza emocional con ladrillos de previsibilidad, rutina y una falsa seguridad con olor a perfume barato. Te dices: “el cambio no es para mí. Prefiero mi vida aburrida y predecible, gracias”. Porque ¿para qué arriesgarse por algo nuevo cuando lo seguro es tan, eh... "cómodo"?

Es ver el iceberg venir directo hacia  el Titanic y decir: "Al menos sé dónde están los baños" y sigues refugiándote en la rutina, como si un paraguas agujereado te fuera a proteger de la tormenta.

Pero un buen día, algo pasa. Quizás algo diminuto, insignificante… quizás una mirada fugaz, la frase de un libro, ¡un maldito meme de Instagram que te golpea justo en la frente! Y ahí estás, empezando a cuestionarlo todo. "¿Y si...? ¿Y si todo lo que he estado evitando era lo que me haría feliz?" Ay, amigo mío, ¡cómo se te cae la fortaleza! En ese momento, tu mundo seguro, predecible y deliciosamente aburrido comienza a tambalearse.

El corazón late más fuerte. Un hormigueo te recorre la espalda, y sientes un impulso loco de dejarlo todo atrás y lanzarte al vacío como un kamikaze! Pero no te preocupes, no es más que la vida llamando a la puerta… con un bate de béisbol en la mano.

 

Mira, te lo digo sin rodeos: la seguridad es una trampa. Una cárcel dorada donde te encierras a ti mismo convencido de que, al menos, ahí dentro nada duele. Pero ¿sabes qué? Lo que realmente duele es mirar atrás y darte cuenta de que nunca tuviste el valor de arruinar tu pequeño y cómodo mundo. A veces, la verdadera valentía no está en quedarte donde estás, abrazando tu taza de café, sino en levantarte del sofá y tirarte de cabeza a lo incierto.

Así que la próxima vez que sientas esa sacudida en el pecho, no la ignores. Es la vida recordándote que no estás hecho de piedra. Deja de mirar por la ventana cómo otros viven su vida. Porque, te diré algo: el verdadero miedo no es al cambio. El verdadero miedo es quedarte plantado sin atreverse a cambiar. Y, mientras te lo piensas, la vida sigue su curso.

"Tendré que asumir que lo que hace veinte años estaba al alcance de mi mano, hoy solo lo está al alcance de mi pensamiento… o de una miserable tarjeta de crédito”.

Miguel A. López Molina

25/10/2024

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