Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
“A veces, la verdadera libertad está en el laberinto mismo”
M. A. López
Aquí estás, como diría Maná, clavado en la barra de un bar de mala muerte, donde el aroma a desencanto y desesperación se mezclan con unos parroquianos que han vivido tiempos mejores. Y ahí te hallas, masticando el chicle de tus cavilaciones, una y otra vez, hasta que el sabor de la desesperanza se vuelve tan familiar que casi sabe a hogar.
Unos pensamientos que son como esos viejos vinilos rayados, repitiendo el mismo y triste estribillo hasta que la aguja se clava en tu cerebro. Y ahí estás de nuevo, atrapado en el bucle infinito de la rumiación, ese deporte extremo para los masoquistas del alma.
Es un arte, realmente, el de preocuparse por todo y por nada, como si tuvieras el superpoder más inútil del mundo. Puedes ver el desastre venir a kilómetros de distancia, pero tus pies parecen estar cementados al suelo por el peso de tus propias profecías.
Y mientras el mundo sigue girando, tú estás ahí, como el gran arquitecto de castillos en el aire que se desmoronan antes de tocar el cielo. Porque, ¿para qué construir algo duradero cuando puedes tener el placer de verlo caer una y otra vez?
Así que levanto mi copa por todos los rumiantes del pensamiento, por los que se ahogan en un vaso de agua, por los que encuentran el lado oscuro de la luna demasiado acogedor. Porque al final, ¿qué sería de nosotros sin nuestra querida rumiación? Probablemente seríamos más felices, pero definitivamente mucho menos interesantes.
Miguel Ángel López Molina
08/03/2024
“La rumiación mental es como quedar atrapado en un remolino de pensamientos negativos o preocupaciones, repitiendo una y otra vez la misma idea sin avanzar, un vórtice que erosiona tu estado de ánimo y cuya detención puede resultar una tarea complicada”.
Las manecillas del reloj, como afiladas guadañas , segaban la noche en pedazos. La oscuridad se cernía sobre la habitación, envolviendo a Elena en un manto de insomnio. Su mente era un campo de batalla, escenario de un conflicto despiadado entre pensamientos sombríos. Un torbellino de preguntas, un bucle infinito de "¿y si...?" que la atrapaba en sus garras. La angustia la oprimía como una mordaza, ahogando la esperanza en un mar de incertidumbre.
Un enemigo íntimo
La rumia, esa criatura insidiosa que se disfraza de inofensiva, había transformado su mente en un laberinto sin salida. Incansablemente, los mismos pensamientos la asediaban, como fantasmas que no conocen el descanso. Se obsesionaba con errores pasados, con desgracias futuras aún no acontecidas, con cada palabra dicha o silenciada. Era un tormento que la arrastraba hacia la más profunda oscuridad, robándole la paz y la alegría.
La liberación
A pesar de toda esa oscuridad, Elena divisó un destello de esperanza en el horizonte. Con el coraje de quien desafía sus propios miedos, decidió confrontarlos. Aprendió a desafiar sus pensamientos, a distinguir entre la realidad y la ilusión. La atención plena se convirtió en su faro, llevándola al presente, a la serenidad del aquí y ahora.
El camino no fue fácil. La práctica y la paciencia fueron sus aliadas en esa lucha. Aprendió a no resistirse a sus pensamientos y emociones, sino a abrazarlos con compasión, aceptándolos sin ser consumida por ellos.
"La rumiación no es una sentencia, sino un lastre que podemos soltar para hallar la paz interna” M.A.López
Miguel Ángel López Molina
08/03/2024
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