Un blog de Miguel Ángel López Molina                                                                                                                   miguel@ylogica.com  

 

Democracia en cuarentena

“Españoles: Franco…ha muerto”

Estas palabras fueron pronunciadas por el entonces presidente del gobierno, Arias Navarro, hace casi cuarenta y ocho años. En aquel momento yo estrenaba mis 18 y se abría ante mí un futuro repleto de incertidumbre pero también cargado de ilusión y ganas de vivir.

Sin embargo, me pregunto: ¿por qué la verdad y la realidad siempre han de estar en manos de la mayoría?

Y esa realidad, parece estar transformando a nuestro país en una comunidad desorganizada, cobarde y dependiente de subvenciones.

Además, esta realidad está obstaculizando a los empresarios, adoctrinando y alienando a los trabajadores, y endeudando al Estado sin límites, lo que a su vez repercutirá en las generaciones futuras.

Introducción:

Quiero destacar que lo que expongo a continuación son meramente experiencias y opiniones personales. Cabe mencionar que todas las ideas están sujetas a interpretación, criterio y opiniones contrarias, las cuales son igualmente válidas y dignas de ser consideradas, incluso más que las que exponga aquí.

 

“Españoles: Franco…ha muerto”

Estas palabras fueron pronunciadas por el entonces presidente del gobierno, Arias Navarro, hace casi cuarenta y ocho años. En aquel momento yo estrenaba mis 18 y se abría ante mí un futuro repleto de incertidumbre pero también cargado de ilusión y ganas de vivir.

Aquellas palabras resonaron en la conciencia colectiva de todos nosotros y fueron el comienzo de una nueva etapa. Era un momento de cambio y transformación en el país. Los anhelos de libertad y democracia se mezclaban con los desafíos y las incertidumbres propias de un período de transición.

No fue hasta dos años más tarde que se celebraron las primeras elecciones democráticas. En aquel momento, no tuve la oportunidad de votar, ya que la mayoría de edad en España se establecía a los 21 años. La primera vez que ejercí mi derecho al voto fue en el referéndum sobre la Constitución Española de 1978.

Desde entonces ha transcurrido mucho tiempo, y en la actualidad se cuestiona incluso la democracia que tanto nos costó conseguir.

Todo es cuestionable, y es bueno que nos hagamos preguntas, pero también es importante encontrar respuestas, aprender de los errores y buscar soluciones de futuro.

Quizá carezcamos de una sólida cultura democrática, pues no estamos acostumbrados a ser gobernados por una diversidad de partidos con ideologías muy diferentes.

No obstante, es importante reconocer que esta situación no es algo novedoso. La realidad es que  el destino de todos siempre ha estado en manos de unos pocos.

Cuando a todo esto añadimos el poder de los partidos nacionalistas o separatistas, estamos ante una tormenta perfecta.

Y, por supuesto, no estoy insinuando que el sistema electoral de España en las elecciones generales sea ilegal, pero ¿es el sistema más adecuado para nuestro país?

A diferencia del modelo de circunscripción única, conocido como "un ciudadano, un voto", donde cada voto tiene el mismo valor sin importar la población, el modelo de circunscripciones provinciales busca un reparto proporcional para evitar la subrepresentación de las provincias menos pobladas. Esto se logra mediante el sistema D'Hondt.

La realidad es que, en términos prácticos, mi voto en Madrid no tiene el mismo peso que el de un compatriota de Vizcaya o Gerona.

No soy un nihilista moral, que argumente que no existen reglas éticas y que todas las normas legales son construcciones humanas sin fundamento.

Sin embargo, me pregunto: ¿por qué la verdad y la realidad siempre han de estar en manos de la mayoría?

Y esa realidad, parece estar transformando a nuestro país en una comunidad desorganizada, cobarde y dependiente de subvenciones.

Además, esta realidad está obstaculizando a los empresarios, adoctrinando y alienando a los trabajadores, y endeudando al Estado sin límites, lo que a su vez repercutirá en las generaciones futuras.

Es una realidad que exporta juventud y talento mientras importa turismo de fiesta. Todo esto bajo la fachada de ser eco-friendly, sostenible, igualitario, paritario, renovable, identitario, responsable, reutilizable, entre otros términos similares y casi siempre vacíos de un contenido real.

Mientras aceptamos todos estos conceptos, no nos damos cuenta de que lo que realmente quieren es que dependamos de sus subvenciones, haciéndonos creer que somos libres. "El gobierno y la nómina nos harán libres".

Mientras, observamos cómo otros países nos pasan volando, como el correcaminos al zorro y nos quedamos mirando a Argentina, Cuba y Venezuela como si fueran el modelo a seguir.

El servicio público es necesario e incluso imprescindible en muchos casos, pero si no incentivamos la creación de empresas y empleos de calidad y la gran mayoría optamos por ser funcionarios o directamente nos conformamos con ser una sociedad subvencionada:

¿Quién financiará el estado de bienestar?

 

Así, aquellas palabras pronunciadas hace casi cuarenta y ocho años siguen resonando en nuestras mentes, recordándonos la importancia de luchar por nuestros ideales y trabajar juntos para construir un país en el que todos podamos vivir en libertad y dignidad.

Así, a pesar de los desafíos y las críticas, la democracia sigue siendo un valor fundamental que debemos proteger y promover, con el objetivo de construir un futuro en el que todos los ciudadanos tengan voz, oportunidades y una vida digna en una sociedad democrática y justa.

Entre todos, tenemos que sacar la democracia de la cuarentena antes de que se cronifique y se haga irreversible su enfermedad.

M.A. López Molina

26/05/2023

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