Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
Algunos confunden tener hambre de conocimiento con comerse las páginas de los libros, sin embargo, me cuesta creer que esta voracidad por masticar papel alimente nuestra mente. Tampoco me consta que hacer “terapia de choque” contra la dependencia a las pantallas sea atizar en la cabeza a alguien con el Quijote de Don Miguel.
Más bien, se trata de un acto de resistencia, una afirmación de nuestra libertad intelectual frente a los hábitos y al conocimiento impuesto.
M.A.López
Ayer me aventuré de nuevo a coger el metro, algo que seguramente muchos de vosotros hacéis con frecuencia. En aquellos lejanos días en los que solía tomarlo a diario, el vagón era un escenario donde las páginas de los libros, cuando había espacio claro, solían desplegarse como alas de evasión y libertad. Sin embargo, en la actualidad, este espacio se ve invadido por la luz fría de las pantallas digitales. Me fue imposible no rememorar cuando cada rincón era un refugio para la lectura, una danza de letras que nos transportaba a mundos inexplorados.
Ahora, esa escena se ha vuelto una rareza, casi una anomalía distópica. Hoy, esa imagen ha cambiado.
Nos hemos convertido en presas fáciles de la comodidad impuesta, atrapados en el ciclo interminable de mirar pantallas sin saber realmente qué estamos viendo. Nos encontramos inmersos en un maremágnum digital, absorbidos por la comodidad superficial de las pantallas que nos dictan qué ver, qué creer y cómo pensar, un lugar donde la capacidad crítica se desvanece, y nos convertimos en títeres de algoritmos maestros de la repetición inmisericorde.
Es doloroso ver cómo el hábito de la lectura se desvanece en la vorágine de esta nueva era. Paradójicamente, siendo un país líder en la edición impresa, hemos dejado de leer. ¿Qué se enseña en nuestras escuelas? ¿Se busca la uniformidad del pensamiento, el temor a desviarse de líneas impuestas sutilmente? ¿Quizás creamos que en el futuro no será necesario pensar?
La atención, en este mundo de inmediatez y aceleración constante, se ha vuelto un bien escaso y en declive. Nos cuesta leer porque nuestra capacidad de atención se ha reducido de forma notable. Pero aquí estoy, instándote a recuperar el saludable hábito de la lectura. Porque, en esencia, la lectura, el conocimiento y la cultura te hacen más libre.
No es que menosprecie los libros o las publicaciones digitales de cualquier tipo (mi blog lo demuestra), pero personalmente encuentro una satisfacción inmensa en el contacto físico con un libro, en sentir el peso de las ideas transmitidas a través de miles de palabras cuidadosamente seleccionadas.
Además, los libros en papel tienen un valor añadido que los hace especiales, sobre todo cuando los compramos en una librería física y pagamos en efectivo. Esta elección no solo nos brinda una satisfacción única, sino que también asegura que nadie más que nosotros conozca cuándo, dónde o qué estamos leyendo. De esta forma, nuestras emociones, alegrías, tristezas y momentos de diversión quedan resguardados, asegurándonos que solo sean nuestros, sin exposición a cualquier ojo indiscreto que se aproveche de esa coyuntura.
Recuperemos el placer de la lectura, resistamos a la tentación de la comodidad superficial y abracemos la libertad que nos brinda el conocimiento.
En esta incruenta batalla y desde esta humilde atalaya, defiendo la magia de las palabras impresas. Parafraseando a Sócrates: “El saber nos hará libres”
Miguel A. López Molina
12/01/2024
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