Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
“Y regresé al lugar donde solo se escucha el silencio, un sitio donde solo pasan el viento y el olvido, allí donde mi corazón habita y construye sueños con abrazos eternos”
López Molina
No me esperéis mañana.
Olvido, olvido.
Mañana seré otro y estaré dormido,
como si nunca hubiera sido.
Ya se fue mi mirada,
mi voz, mi aliento.
Mañana seré sombra de lo que fui
y un recuerdo de lo que siento.
Si queréis, no me lloréis,
dejadme dormir.
Mañana seré aire y espacio y polvo,
como si nunca hubiera existido.
Vicente Aleixandre
Texto basado en hecho real
No sé en qué etapa de mi vida estoy. Tampoco me interesa mucho saberlo. Para mí, es suficiente con entender lo que me está sucediendo y como acaba. Lo peor de todo es sentir la impotencia de no poder hacer nada que consiga evitarlo.
Dicen que lo mejor que podemos hacer es aceptarlo y disfrutar cada momento de lucidez que nos quede. Sin embargo, siento que mi capacidad de aceptación está agotada. Asumes, pero cuesta, que con los años perdemos facultades, que no somos los mismos y que no podemos hacer las cosas con la misma facilidad que antes. También cuesta asumir que la vida nos va colocando poco a poco en nuestro lugar a la vez aprendemos que también es bonito envejecer. Sé que estoy completando mi ciclo, y lo único que me queda es dar gracias por haber llegado hasta aquí.
Pero ¿Cómo asumir que pierdes tu identidad poco a poco? ¿Cómo aceptar que abandonamos lentamente la libertad de elegir, de recordar y de amar?
Recuerdo haber buscado siempre el amor y la libertad, sin embargo… ¿no es el amor una forma sutil de perder libertad? El deseo y la pasión, sin quererlo, son enemigos acérrimos de la libertad, un canto a la sinrazón, un desprecio al orden y al método. También son una lucha a muerte contra la monotonía y una bala directa al corazón de la soledad. Sin saberlo, amar es aquello que, al darte la libertad, también te la quita.
Me produce una infinita tristeza dejar de amar a quien amo y me causa una enorme angustia recuperar esa “libertad” a un precio tan elevado.
Y voy poniendo post-its a mi vida para no olvidar quien soy y como se llaman los que me rodean. Soy fuerte, siempre he sido fuerte…pero todo esto me produce un profundo temor.
EL OKUPA ALEMAN
Recuerdo sentir angustia, desasosiego e impotencia al no poder expresar ciertas palabras o nombres que antes fluían de forma clara y natural. Nunca he tenido problemas para comunicarme, y quedarme en blanco en mitad de una conversación era desesperante a la vez que frustrante. Al principio lo achacaba al estrés, las preocupaciones a la falta de sueño. Pero al ocurrir varias veces, empecé a inquietarme.
En ocasiones, no podía expresar algo que previamente tenía memorizado. Comencé a sentir temor de hablar, y todo empezó a fallar, una y otra vez.
Comencé a visitar médicos que no encontraban nada. Un escáner tras otro. Pero no había nada.
Hasta que recibí la confirmación a todos mis temores, ahora no recuerdo cuándo fue. Creo que lo tengo apuntado en algún sitio, pero no sé dónde… le preguntaré a Mila, seguro que ella lo sabe.
No, no me estaba volviendo loco, ni me había abducido ningún ser maligno. Simplemente, había llamado a mi puerta un señor con nombre alemán, y tenía toda la intención de entrar y quedarse conmigo para siempre.
En la vida siempre hablamos de lucha, de pelea y de que tenemos que aprender a superar los obstáculos… pero sé que con el alemán no hay batalla posible, está perdida de antemano, no tenemos ese…, no recuerdo cómo se dice… ¡bueno!… esa cosa que lo detenga y lo destruya.
La batalla está perdida, así que lo mejor es llevarte bien con el enemigo, con ese okupa de tu mente, que al menos tuvo la delicadeza de llamar antes de instalarse y hacer de tu cabeza su hogar. Empezó con una habitación y es cuestión de tiempo que el edificio sea suyo por completo.
Intentar dialogar con él o hacerle entender que esa no es su casa, es inútil. A esta enfermedad no hay quien la comprenda. Te das cuenta de que algo has perdido, pero no sabes qué ni cuándo. El Alzheimer es como el comecocos del videojuego aquel, ¿veis? Recuerdo cosas lejanas y no recuerdo lo que hice hace un momento. Pues bien, como decía, es como ese comecocos que te va comiendo el cerebro poco a poco.
“Esta es una enfermedad que se convierte en una larga agonía. Que poco a poco se come el cerebro escogido, hasta dejarlo vacío”
Y aquí sigo. Las tareas más sencillas se convierten en un reto. Repito las mismas cosas día tras día y a menudo me olvido de lo más elemental.
Ahora tengo la casa llena de pequeñas notas y recordatorios para ayudarme a hacer cosas que antes hacía sin esfuerzo. Ya no hay sitio para tanta nota y además olvido hasta leerlas.
Soy consciente de cómo el Alzheimer me está afectando, pero no sé cómo esto está afectando a los demás. Es comprensible que haya personas que todo esto les produzca cierta confusión. He de reconocer que yo también me he alejado de personas por sentir que no podía compartir ya muchas cosas con ellas. Lo entiendo, pero me duele. Los amigos íntimos y la familia son los que me protegen y me apoyan.
Trato de detener los pensamientos que intentan conquistar mi mente, pensamientos sobre la enfermedad que me hacen sentir más pequeño y vulnerable. Si me dejo llevar, no sé si podré resistirlo. Es todo demasiado cruel, es como asistir diariamente a tu pequeña muerte en un reality show en el que te ves a ti mismo, sin poder hacer nada que no sea desenchufar la tele.
Ahora estoy deshaciéndome de trastos en casa. Estoy haciendo limpieza y deshaciéndome de cosas que ya son lastre en mi vida. El vacío en mi casa es mi propio vacío, y el vacío de las cosas que han compartido mi vida es el vacío en mi mente.
Trato de no pensar en cómo será el día de mañana. A veces, sin querer, mi mente se va allí, pero trato de detenerla porque se me hace insoportable. Me concentro en el presente, en el aquí y ahora.
Reconozco que he tenido una buena vida. Estoy rodeado de personas que me quieren y a las que quiero. He tenido suerte en la vida, pero si me preguntas si estoy feliz, debo responderte que no. Estoy tranquilo y lo acepto. He conseguido no luchar contra el mundo ni contra mí mismo. A veces la tristeza me invade, pero no es tan intensa como en otros momentos de mi vida.
Antes de que lo olvide: No quiero pasar mis últimos días como un vegetal, sentado en una silla esperando a que la muerte me llegue.
Cuando mi yo se desvanezca en un mar de confusión -que sé que para los demás no lo será- cuando mis palabras se conviertan en balbuceos ininteligibles y los rostros de las personas queridas se conviertan en máscaras irreconocibles, solo deseo una muerte digna para mí y un descanso para los que me rodean.
Cuando ya no sea yo, quiero que mis cenizas se esparzan en el mar que me vio crecer.
Nota adicional:
Puede ser emocionalmente difícil ver a un ser querido enfrentarse a los efectos de la enfermedad, pero aceptar la situación y buscar apoyo puede ayudar a manejar el estrés y la frustración.
La aceptación en el contexto del Alzheimer implica comprender y adaptarse a los cambios y desafíos que la enfermedad trae consigo, tanto para las personas afectadas como para su todo su entorno. Fomentar un ambiente de apoyo y comprensión, puede mejorar, en cierta manera, la calidad de vida de todos los involucrados.
Cuando no sea quien soy, libre como el viento,
quiero que mis cenizas se fundan en el mar,
ese mar que marcó mi vida con su aliento,
y en sus olas eternas encontraré reposar.
Cuando no sea quien soy, seré mar y seré cielo,
un suspiro eterno que abraza la eternidad,
mi ser se disolverá en su majestuosa belleza,
un recuerdo imborrable en la inmensidad.
Así, en ese mar que simboliza lo infinito,
mi existencia encontrará su destino final,
un viaje sin retorno, un adiós sin despedida,
pero con la certeza de que siempre estaré allí
Y en ese mar que marcó mi vida con ternura,
encontraré la calma y la eternidad soñada,
mis cenizas serán parte de su inmensa bravura,
un legado que permanece ligero de equipaje…
… cuando todo se desvanece en la nada.
López Molina
M.A. López Molina
02/06/2023
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