Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
En el inmenso mar de nuestras emociones, a veces nos sentimos perdidos, sin un rumbo claro. Me suelo preguntar ¿Somos seres racionales o emocionales? Esta interrogante nos invita a explorar nuestra naturaleza más íntima.
"Intentar domar las olas de nuestras emociones con la razón es como pretender controlar el viento con las manos; mejor es aprender a surfearlas con el corazón."
M.A. López
Las emociones, esas compañeras de viaje que se cuelan en nuestra maleta sin pedir permiso, son el alma misma de nuestra existencia. A veces nos acarician con suavidad, despertándonos de la monotonía, y otras nos zarandean con fuerza, agitando los abismos de nuestros sentimientos más profundos.
La tristeza y la depresión, dos hermanas con carácter tan distinto, a menudo se confunden en nuestra mente como primas lejanas. La tristeza es una lágrima que brota del corazón, una respuesta natural a las dificultades de la vida. Pero la depresión, esa oscura sombra que amenaza con engullirnos, nos sumerge en un abismo sin fondo, haciéndonos sentir solos en medio de la multitud.
La llegada de la pandemia ha agudizado este sentimiento, como un huracán que arrasa con todo a su paso. La fragilidad del mundo se ha vuelto palpable, la soledad se filtra por las rendijas de las ventanas y el miedo se instala en los rincones más oscuros de nuestra mente. Nos encontramos atrapados en una telaraña de incertidumbre. De repente, hemos podido comprobar como nuestro mundo se desmorona ante la más mínima brisa.
Pero en la oscuridad siempre hay una luz, por tenue que sea. Aprender a navegar nuestras emociones se convierte en nuestra tabla de salvación. No se trata de controlarlas, sino de abrazarlas y dejar que fluyan como el río que sigue su curso. Busquemos encontrar apoyo en aquellos que nos escuchan con empatía, pidamos consejo a quienes han enfrentado situaciones similares o, si la cosa se pone fea, busquemos ayuda profesional. Porque, creedme, hay momentos en la vida que necesitas algo más que un tutorial de YouTube para arreglar tus emociones.
Gestionar nuestras emociones no es señal de debilidad, sino de coraje y libertad. Es tener el poder de elegir cómo respondemos ante las adversidades de la vida. Así que no temas enfrentarte a tus emociones, porque en cada tormenta hay una lección que aprender y en cada oscuridad hay una luz que guía nuestro camino.
"No hay mayor causa de llanto que no poder llorar. No hay viento favorable para el que no sabe dónde va." Séneca
Miguel A. López Molina
23/02/2024
Un cansado sol se despedía del día con un último destello rojizo, mientras la ciudad quedaba envuelta en una penumbra acogedora. Por la despejada acera, como un actor en un escenario vacío, avanzaba un hombre solitario.
Cada paso resonaba en el silencio de la noche, pesado y cadencioso, como un eco de su propia existencia. Parecía llevar el peso del universo sobre sus hombros, arrastrando consigo el lastre de sus preocupaciones y desilusiones.
Noche tras noche, este hombre solitario se dirigía al mismo destino: un antiguo puente romano que se alzaba majestuoso sobre las agitadas aguas de un rio. Allí encontraba refugio, sumergiéndose en la serenidad hipnótica del fluir del agua, lejos del caos del mundo.
Mientras avanzaba por el puente, una melodía comenzó a resonar en su mente, como recuerdos de un pasado que se negaba a desvanecer. Eran las notas suaves de "Puente sobre Aguas Turbulentas", una canción que había sido su compañera en los momentos más oscuros de su vida.
Recordó cómo solía escucharla en su juventud, cómo cada palabra y cada acorde habían sido un bálsamo para su alma. Y en ese momento, mientras las letras llenaban su mente, una chispa de esperanza comenzó a arder dentro de él, como una pequeña llama en medio de la oscuridad.
Se detuvo en el centro del puente, contemplando el tumulto de las aguas agitadas que rugían debajo de él. Recordó todas las veces que había enfrentado adversidades en su vida, todas las veces que había luchado por mantenerse a flote en medio de las corrientes turbulentas del destino.
Pero también recordó las manos amigas que lo habían sostenido en esos momentos de debilidad, las palabras de aliento que lo habían guiado en la oscuridad. Y en ese momento, comprendió que no estaba solo, que nunca lo había estado.
Entendió que, aunque las aguas fueran turbulentas, siempre habría un puente que lo llevaría al otro lado, un puente construido con lazos de amor, amistad y compasión. Es consciente de que el camino nunca es fácil, pero también sabe que mientras posea la fuerza de los que ama, siempre encontrará una manera de cruzar el puente.
Miró atrás y supo que nunca más caminaría solo en la oscuridad de la noche.
Miguel Ángel López Molina
23/02/2024
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