Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
"Me esfuerzo con devoción de monje en mi privacidad digital; mi gran ambición: dejar de ser un don nadie para convertirme en un perfecto desconocido."
Miguel A. López
Imagen generada por Ylogica.com®
A estas alturas, hablar de privacidad es como vender paraguas en el desierto: absurdo, inútil y tan creíble como la promesa de un político. La idea de que nuestros datos están “seguros” pertenece al mismo universo fantástico que los mundos sin wifi y los smartphones que no escuchan tus conversaciones. Sí, en teoría todos valoramos nuestra privacidad; en la práctica, la regalamos hace tiempo, con lacito y todo. Si alguna vez pensaste que cada cosa que haces, dices o incluso imaginas queda registrada, déjame decirte algo: tienes toda la razón.
Hace tiempo que hemos dejado nuestras huellas digitales por todas partes, como Hansel y Gretel con un GPS integrado. Correos, redes sociales, apps y demás “maravillas” de la modernidad nos han convertido en estrellas involuntarias de un Gran Hermano permanente. Intentar proteger nuestra privacidad hoy es como poner cortinas en una casa sin paredes: un gesto conmovedor, pero inútil. Entre bancos, eléctricas, hacienda y ahora los hoteles y empresas de alquiler de coches, que quieren saber más de ti que tu terapeuta, nuestras defensas son como quesos suizos, llenos de agujeros por donde se filtra todo.
¿Y nosotros? Actuamos como si estuviéramos blindados mientras aceptamos términos y condiciones que no leemos ni bajo amenaza. Total, ¿qué podría salir mal? Pues mucho, pero el sistema ya no se molesta en ocultarlo: sabe que estamos demasiado ocupados actualizando nuestras fotos de perfil.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Si no puedes vencer al sistema, confúndelo. La desinformación es la única barricada que nos queda: si quieren datos, dáselos, pero que sean un caos de mentiras y contradicciones. ¿Quieres mi dirección? ¡Perfecto! Ahora vivo en cinco ciudades a la vez. ¿Mi empleo? Pues soy astronauta freelance, cazador de mitos o sumiller de agua, dependiendo del formulario. ¡Que intenten sacar algo útil de ese carnaval de incoherencias!
La conclusión es brutalmente sencilla: la privacidad ya no es un derecho, es un espejismo a merced del mejor postor. No será la solución perfecta, pero si no podemos desaparecer del radar, al menos hagamos que el sistema se ahogue en su propio laberinto. Que recojan lo que quieran… aunque sea tan real como un unicornio influencer retrasmitiendo en vivo desde el metaverso.
Como diría Antonio Machado:
¿Dijiste media verdad?
Dirán que mientes dos veces
Si dices la otra mitad
Miguel Ángel López Molina
06/12/2024
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