Si algo nos enseña la historia –y la vida misma– es que ser brillante en un campo no te convierte en un genio universal. Pero parece que a Elon Musk nadie se lo explicó. O quizá sí, pero entre cohetes que explotan, coches que se conducen solos (hasta que no lo hacen) y redes sociales convertidas en vertederos digitales, el hombre ha decidido ignorar el mensaje.

Este fenómeno no es nuevo, me da igual la situación en la que se dé o el signo político, siempre los ha habido. A todos nos ha tocado en la vida un "todólogo", ese espécimen que, después de destacar en algo, asume que su clarividencia se extiende a todas las áreas del conocimiento humano. 

Ahora bien, si esto ya es preocupante en sí mismo, imaginad el desastre cuando quienes padecen este síndrome ocupan posiciones de poder. El problema no es solo la ignorancia, sino la arrogancia que la acompaña. Estos personajes no dudan ni por un segundo de su supuesta grandeza. Son como ese amigo que ha ido una vez a Italia y ahora se cree un experto en geopolítica europea. Solo que en este caso, sus "opiniones" se convierten en políticas de Estado, sanciones económicas, intervenciones militares y crisis que pagamos todos…todos excepto ellos claro.

Y así, nos espera otro continuo show, con estos mesías modernos vendiéndonos la idea de que están salvando el mundo. Harán promesas grandilocuentes, hablarán de justicia social y prosperidad, pero al final, los únicos que ganarán serán aquellos que ellos consideren dignos de merecerlo. Porque, si algo nos ha enseñado la historia, es que cuando los que mandan no entienden, o no quieren entender cómo debería de funcionar el mundo, el precio lo pagamos los de siempre.

Miguel Ángel López Molina

21/02/2025