Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
Existe una libertad que supera a la de expresión, aunque nadie parece valorarla: la de pensamiento. Y esa libertad se ve continuamente atacada en nuestros días.
“No puedes pasar un día tras otro esperando inmóvil a que baje la marea, solo para descubrir que bajo el agua que contemplas se encuentra la misma arena por la que ya habías caminado”.
López Molina
Vivimos en un mundo en el que nada se valora pero donde todo tiene un precio. Se ha hecho negocio con Dios, con la democracia, con el sexo, con el amor, con los hijos. Pero no todo se puede comprar.
Puedes adquirir un Rolex, pero no detener el tiempo de tu vida. Puedes poseer una mansión, pero no comprar un verdadero hogar. Incluso puedes tener una cama de lujo con sábanas de seda pero eso no te garantiza soñar en paz.
Puedes renegar del pasado, pero no borrar las consecuencias.
Vivimos en un mundo donde parece que la mentira se ha convertido en el lubricante por excelencia de la máquina social. Somos actores que interpretan guiones ajenos y a veces vivimos como capítulos de una mala serie de Netflix. Pero las mentiras actúan como anestésicos, no como analgésicos.
Las mentiras no curan, simplemente adormecen.
Y si nos negamos a ser vencidos por la verdad, acabaremos derrotados por el engaño.
No, no me creo poseedor de la verdad absoluta, sino que me dejo guiar por ella, pero me sorprende ver cómo los que niegan la existencia de la verdad, argumentando su inexistencia, son los mismos que quieren imponer su propia versión de ella.
Hay una libertad más importante que la de expresión, aunque nadie parece tenerla en cuenta: la de pensamiento. Y esa libertad está siendo constantemente amenazada hoy en día.
El dinero y el poder envenenan las almas y los corazones, y hay valores fundamentales que han sido sustituidos por la búsqueda desenfrenada de ambos.
La verdad tiene un coste que hay que asumir ¿estamos dispuestos a hacerlo? Sé que esa verdad es la única brújula que nos puede guiar en este mundo desnortado.
Es por eso por lo que hay que afrontar la realidad con toda su fuerza y con toda su crudeza. Nadie sabe la profundidad de un charco hasta que no se pisa en él, así como mirar las vías de un tren no revela su destino.
Saber y conocer es una forma de protección, pero no siempre conduce al triunfo.
Sabemos que en las tinieblas hay quienes están empeñados a que la verdad no sea la moneda de cambio de nuestra sociedad. Están decididos a que solo escuchemos una historia, la suya.
Pero no debemos permitir que el miedo o el hastío nos paralice. La verdad debe ser nuestra guía, y aunque el camino sea difícil, no podemos retroceder. Lo verdadero y lo auténtico son el fundamento de una sociedad fuerte y justa.
Pequeña reflexión final:
La verdad nos llama con su voz poderosa, pero muchas veces también nos hiere con su filo cortante. Queremos seguirla, pero tememos enfrentarnos a ella. Nos preguntamos a menudo: ¿Vale la pena pagar el alto precio que nos exige por revelarnos sus secretos o es mejor vivir en la ilusión?
Como siempre, la respuesta a estas preguntas solo está dentro de cada uno de nosotros.
M.A. López Molina
09/06/2023
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