Un blog de Miguel Ángel López Molina miguel@ylogica.com
No pretendo juzgar las razones personales y judiciales que llevaron a aquel fallo, ni mucho menos expresar mi opinión al respecto. Mi intención es compartir una reflexión sobre la complejidad de descubrir la verdad, el costo que conlleva a menudo ignorarla y las huellas que deja cuando finalmente conoces una verdad oculta a lo largo del tiempo.
A Katheleen la libertad no le ha devuelto la paz. Durante dos décadas, Folbigg ha vivido con el estigma de ser una madre monstruosa, una mujer fría y despiadada que no quiso a sus hijos. Ha sufrido el rechazo de su familia, el odio de la sociedad y el acoso de los medios. Ha sido víctima de amenazas, insultos y agresiones en la cárcel. Perdió toda esperanza de ser escuchada, de ser creída, de ser perdonada.
Ahora que la ciencia ha demostrado su inocencia, Folbigg se enfrenta a un nuevo desafío: reconstruir su vida. ¿Cómo recuperar el tiempo perdido? ¿Cómo sanar las heridas del alma? ¿Cómo encontrar un sentido a su existencia? ¿Cómo lidiar con el dolor de haber enterrado a sus hijos sin saber la verdad?
Folbigg sabe que no hay respuesta fácil a estas preguntas. Sabe que la justicia tardía no borra el sufrimiento pasado. Sabe que la verdad tiene un precio alto. Pero también sabe que la verdad es lo único que le queda. La verdad es lo que le da fuerza para seguir adelante. La verdad es lo que le permite honrar la memoria de sus hijos. La verdad es lo que le hace sentirse viva.
M.A. López Molina
09/06/2023
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